viernes, 27 de mayo de 2011

→ Hace un año...

Hace un año ingresaba en el hospital "La Fe" para finalizar mi embarazo.
Pasaban casi diez días de mi FPP y mi pequeño se negaba a salir de la tripa de mamá. Tras varios intentos, no hubo manera de que el inicio del parto fuera espontáneo.
Tenía cita a las nueve de la mañana con la ginecóloga en hospital de día. Pasé por monitores, apenas unas contracciones leves, bastante espaciadas.
Al entrar a la consulta, la doctora me miró y, directamente, preguntó:
- ¿Quieres ingresar ya?
Mi respuesta, era simple, directa, bastante clara, pero mi padre no estaba a mi lado. Volvía dos días más tarde de un viaje que atrasó para ver nacer a su nieto, pero al no ponerme de parto, no pudo retrasar más.
Le pregunté si podía esperar un par de días, a lo que me respondió que no, que llevaba bastantes días más de la cuenta y era un riesgo tanto para mí como para mi bebé.
Su pregunta se convirtió en una afirmación. Apenas tuve tiempo de despedirme de mi madre, me bajaron a urgencias directamente, por donde iba a efecturar el ingreso.
Estaba rodeada de mujeres, la mayoría embarazadas, como yo. Una de ellas me preguntó si me iban a provocar el parto, afirmé. " Tienes carita de asustada, no tengas miedo, yo voy por el tercero". Tardaron bastante en atenderme, cerca de una hora, una de las más eternas que he vivido.
Todo pasó muy rápido desde el momento en que oí mi nombre por megafonía. Un cuestionario verbal bastante amplio, una exploración (de mil más que me esperaban), analítica, pijama y entrada a observación. Tras administrarme la primera medicación me contaron cómo evolucionaría en términos generales, estaría 12h con los monitores, sin poder moverme apenas, sin acompañantes, ni visitas, y si no me ponía de parto, subiría a planta (así fue). Al día siguiente, empezarían con la oxitocina, que definitivamente me pondría de parto (se les olvidó mencionar que quizá no lo hiciera...). Ni una puñetera contracción subida de tono. Me trasladaron a planta cerca de las 21h, ducha + preparación para bajar a dilatación a las ocho de la mañana del día siguiente. Fue imposible dormir, IMPOSIBLE. Visitas al baño, expulsión del tapón mucoso, deseos de ponerme de parto.
A las siete de la mañana empezaron las despedidas, sabía que la próxima vez que viera a mi madre, a mi padre (que estaba de viaje, con todo el dolor de su corazón), sería con mi hijo en brazos. Lloraba de alegría, miedo, incertidumbre, felicidad...mil sentimientos contrapuestos.
Tras entrar a dilatación empezó mi calvario. La oxitocina provocaba contracciones muy fuertes y dolorosas que no ayudaban a la dilatación. La epidural no se administra hasta los 3 cm de dilatación (terminología general). Monitorización interna, postrada en la cama. Sedante, quizá dormir me ayudase a dilatar. Al despertar, la matrona llamó al anestesista, llevaba 7h con la oxitocina pero no dilataba. Me pusieron la bendita epidural, BENDITA. A partir de ese momento todo pasó mucho más deprisa. Nunca borré cuello, nunca dilaté, pero sabía que el momento estaba cerca. 20.30h, me preparan para entrar en quirófano. Mil papeles que tengo que firmar sin tiempo de leer (ni tampoco ganas). 20.45h, el momento ha llegado. Tan solo media hora para abrazar a mi niño por primera vez. No tengo dolor, ni control sobre mis extremidades inferiores, pero noto cada movimiento de la ginecóloga, noto como sacan a mi pequeño. Le oigo llorar, un llanto hermoso.
- ¿Quieres ver a tu hijo?
Claro que quiero verle! es lo que llevo esperando cerca de diez meses...
Un momento inexplicable, cansancio, felicidad, sobretodo mucha felicidad, y también paz. Todo ha acabado. Me da pena pensarlo, el embarazo ha terminado. Ya no tengo mi "bola de billar" particular, ya no sentiré las pataditas de mi bebé. Tampoco tendré ataques de ciática, ni ganas de visitar el baño incontroladas, ni náuseas, adiós al Caribán.
Pocos minutos más tarde, me devuelven a mi niño, ya limpito, vestidito y envueltito en una mantita blanca. Se acurruca en mis brazos, los brazos de una madre destrozada, pero feliz, alegre, la ya no tan adolescente más feliz del mundo. Me mira, una mirada fija, sincera, inocente, llena de amor. Sabe que soy su mamá, sabe que siempre será mi pequeño, sabe que, desde ese mismo momento, empiezo a vivir por él y para él, mi corazón es suyo, y mi vida. Lo es todo para mí.
Tras cinco días en el hospital, volvemos a casa sanos y salvos. Empieza la aventura, la aventura de la maternidad, la aventura de la vida. Crear vida, regalar vida, vivir la vida junto a lo más hermoso que puede regalarle sea quien sea quien gobierne nuestra existencia.
Empezó siendo una aventura de tres, para acabar siendo una familia de dos (+2), una madre, un hijo y unos abuelos maravillosos. Ningún sufrimiento pasado importa ya, cada cual elige su destino, y mi destino, mi decisión y mi forma de vida es mi hijo.
Puedo decir feliz, alegre y orgullosa, que dentro de 48h mi bebé deja de ser un bebé, en realidad hace ya tiempo que empezó a ser todo un hombrecito, para celebrar su primer cumpleaños.
Me mira, le miro, y todo sufrimiento se convierte en alegría. El año más feliz de mi vida. Sólo siendo madre se descubre el verdadero significado del verbo amar.

Feliz cumpleaños, pequeñín. Un añito ya.
Te quiere, mami.